Los litófonos

Se denomina así a los conjuntos de grandes rocas naturales, generalmente fonolitas y basaltos, que, al ser golpeadas en una serie de puntos concretos producen sonidos de diferentes tonalidades. Conocemos hasta ahora dos de estos litófonos, localizados uno en la Peña de Luis Cabrera, en Guatiza (Teguise), y otro en la Caldera de Sóo, en este mismo municipio. Son comparativamente iguales a los encontrados en el Roque de Malpaso, en el municipio de Arona en Tenerife, y otro en Echedo, en El Hierro, o bien en la Vega del Río Palmas, en Fuerteventura. Los topónimos repartidos por las islas con las denominaciones de La Campana, Roque de la Campana o El Campanario, entre otros, de seguro están aludiendo, asimismo, a este tipo de yacimientos.

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Litófono de la Peña de Luis Cabrera – Guatiza
En la foto los artistas César Manrique y Pepe Dámaso

El litófono de la Peña de Luis Cabrera se localiza en un afloramiento basáltico, en el que, además de los puntos de percusión que emiten sonidos, hay un conjunto de grabados de temas geométricos hechos a base de líneas, haces de líneas, de entre los que destaca un texto de escritura líbico-bereber.
Este litófono fue analizado por Rosario Alvarez y Lothar Siemens», comprobando la existencia de varios bloques sonoros, agrupándolos para su estudio en tres complejos que estaban orientados hacia el Este: «El complejo I forma parte de una pequeña cadena rocosa que está a ras del suelo, separada unos 6 m del conjunto principal. Tiene sólo dos rocas sonoras. El complejo II. en la parte meridional del promontorio, comprende los bloques n° 3, 4. 5 y 6 con seis puntos sonoros dispuestos en torno a un semicírculo. A sus espaldas y encima se sitúan los bloques 7, 8 y 9 con un punto sonoro por roca, grupo cimero que podemos considerar parte del complejo II. Hacia el norte, siguiendo la misma altura de la cima y entre el complejo II y III, se hallan los bloques 10, II y 12, mientras que en el extremo más septentrional del promontorio y sueltos, se encuentran los bloques 13, 14 y 15.

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El complejo III está situado en las parte media de la colada. Es el más importante de toda la estación, porque comprende 8 rocas sonoras que presentan en total 18 puntos de percusión, De esta forma, y desde una única ubicación, una sola persona podía golpear estos 18 puntos, ya que las rocas configuran una especie de oquedad. Bastante próximas a este conjunto se hallan dos piedras más que muestran señales de percusión. Evidentemente, tanto el complejo II como el III han sido los más utilizados, debido a la variedad sonora que presentan. El predominio en ellos de piedras verticales facilita, además la ejecución de pie». Además de los restos epigráficos de escritura alfabética de tipo líbico-bereber no hemos podido documentar otros testimonios arqueológicos que nos ayuden a avanzar algo respecto de su finalidad. Es probable que al tratarse de una zona abierta fuese algún centro de reunión destinado a la celebración de rituales, ¡acaso relacionados con ritos propiciatorios de la lluvia? Las condiciones del lugar son muy apropiadas para ello, como también podría ser un sitio donde se reunieran los distintos linajes familiares de la Isla con sus ganados para celebrar fiestas comunitarias o para establecer intercambios de las reses, pero no contamos por el momento con datos arqueológicos o literarios que nos permitan siquiera como hipótesis avanzar algo en este sentido.
El de Sóo está situado en la zona baja del cráter, como a un tercio de la ladera, en la vertiente noroeste de la Caldera de El Aljibe. Se trata de un bloque monolítico de 3,5 m de alto bien destacado del entorno, en el que existen unos nueve puntos de percusión que se corresponden con los salientes rocosos de la oquedad. La montaña de Pico Colorado que se halla frente a este lugar cierra un valle estrecho que propicia la transmisión del sonido que se oye en todo el cráter, por lo que es la costumbre de la gente de Sóo de ir a gritar desde estas piedras por la resonancia que allí se consigue.
Este yacimiento se encuentra en un ambiente arqueológico de interés por la cercana presencia de los yacimientos de El Jable, entre los que se hallan el poblado de Fiquiníneo o la estación rupestre de Juan del Hierro donde se han documentado signos de la escritura líbico-bereber, pero de todos ellos, el más interesante es el cercano Pico Colorado, donde en 1983 se encontró un conjunto, al que ya nos hemos referido en otro apartado, formado por unas cien piezas líticas, la mayoría de calcedonia y conglomerado basáltico de colores gris, marrón, negro, con numerosas randas irregulares coloreadas de blanco. Sus dimensiones suelen oscilar entre 4 y 6 e largo. En un buen número de estas piezas existen incisiones no muy profundas ^e suelen aparecer en el centro, así como en los extremos, seguramente con la  intención de llevarlas colgadas.

Extracto del libro:
MAJOS – LA PRIMITIVA POBLACIÓN DE LANZAROTE

José C. Cabrera Pérez – Mª Antonia Perera Betancor – Antonio Tejera Gaspar
Fundación César Manrique

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